Caminemos juntos, pero al final del recorrido, separémonos.
Seamos uno, y dupliquémonos al amanecer.
Seamos corrido en el tierno infinito, seamos mares y vientos, arenas y valles… seamos, seamos, no dejemos de ser.
Que mi boca no se olvide de regresar, y tus labios vuelvan a su lugar.
Que mis manos dibujen en tu rostro un tiempo. Y que el tiempo nos conduzca, que nos una y nos separe, que nos separe… no dejes que nos una.
Que mis manos dibujen en tu rostro la manera analógica de desearnos, la forma primitiva en que nos buscamos, la laguna que ha quedado.
Que nos dibujemos firmes, y flojos. Que nos desarmemos prolijos, y nos encontremos con nuestros sentidos atentos.
Que cantemos respirando, y lloremos mientras tanto la lujuria de la liviandad, la ternura de dejarnos, enteros, eternos.
Seámoslo sin lazos, jugando.
Que mi llanto no te cubra, ni tu enfado me penetre. Que mis días no se mezclen con tus años, ni mis años, con tu llanto.
Que los lunes y los martes, los olvidos y prohibidos.
Embellécenos la noche con saber que no eres mío; ese rapto pues, no está permitido.
Devuélveme abril sonriendo.
Los celos, los vientos…
Devuélveme las miles, y unas y muchas y tantas frases que derramé, sin saber.
Devuélveme.
Devuélvemelo todo, y se parte.
Y Recuerda quererme poco, pero quererme bien. 